El Hilo. Cuento. Cuarta Parte

El Hilo. Cuento. Cuarta Parte



Cuando despierto estoy en una oscura pieza y escucho el ruido del cuchillo contra la madera. Me levanté bebí agua fresca de un barril y salí a la calle sin despedirme.  Dos horas después estaba con el reclutador del regimiento de dragones, en una semana saldría con el ayudante mayor Tomás de Rocamora  hacia el Gualeguay en una misión pacificadora de esos parajes salvajes.  En esos días conocí  a Azorín un portugués, el padre de la muñeca de porcelana que conversaba con Omar. Luego lo vi muchas veces ya en el recién bautizado Entre Ríos, durante muchos años él vendió armas y comerció cueros. Azorín además vendía productos de  ultramar, escasos en las décadas que vinieron después, las sangrientas. Años luego por él tuve noticias de mi conocido Pérez de Roldán que al parecer vivía cerca del Luján con su lavandera. Los ríos de este país son como mares marrones  que se internan entre frondas y pastizales. Todo es inmenso en el país de la plata. El nicaragüense Rocamora nos desembarcó en lo que luego sería la Villa de Gualeguaychú y de ahí seguimos por tierra entre montes y cortaderas, cruzando bañados en los que algunos creían aún ver la sangre de los chanás y charrúas exterminados en el cerro de la matanza por Vera Mújica 35 años antes. Es que dicen que ésa sangre no se coagula y sigue manchando las lagunas y los arroyos, es como si la tierra la exudara como si fuera la suya propia.
En las noches de luna  se mueven sombras  entre los troncos flexuosos de los ñandubays y los algarrobos, se escuchan murmullos y quejidos lastimosos y las aguas de los charcos se tiñen con el rojo del exterminio. Rocamora en su expedición de orden sumó más espada y arcabuz, terminando con el pillaje y la depredación. Nosotros fuimos el orden. Nosotros fuimos el virrey. Nosotros  fuimos la muerte.
Fundamos cabildos, fundamos villas, censamos la población, tachamos de la nómina a los que degollamos por forajidos. Y nuevos murmullos romperán el silencio de los montes y nueva sangre teñirá las lagunas. Y sabemos que no será la última, esta tierra que suda  fantasmas nos atrae  y enamora. El aroma dulce de sus noches nos seduce haciéndonos olvidar el horror y las masacres. Mundo de misterios que nos envuelve y atrapa. Y poco a poco vamos perdiendo nuestra extranjería y este país verde nos incorpora, como una esfera.

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