Némesis.Fragmento
Va un fragmento de mi novela Némesis (aún inédita)
Inicio
Se colocó los anteojos con marco
imitación carey que nuevamente están de moda y abrió su portafolio revestido de
cuero claro. Extrajo ceremoniosamente una carpeta plástica, de esas que son
transparentes por el anverso. El otro sorbe el café en silencio, su rostro
denota expectativa. Años de trabajo dependían del sujeto, que seguía realizando
gestos pausados, abrió lentamente la carpeta y dejó el portafolio al costado de
la silla, del lado del salón, dejarlo del lado de la pared es ideal para olvidárselo.
Se acomoda los anteojos con el índice de su mano derecha sobre el puente, se
moja los labios con la lengua y luego de sonreír, mostrando sus dientes
amarillos, habló.
Estas son las partidas de nacimiento de ambos, de la vieja y del tipo, dijo. Este es el certificado de defunción del sujeto, fíjese usted mismo lo que dice: “paro cardiorrespiratorio no traumático”, ¿lo leyó?…bueno entonces creo que esto despeja todas las dudas. En este folio tengo el certificado de la vieja: “muerte súbita”… mírelo, tampoco existen dudas al respecto. Dio vuelta la carpeta abierta y la arrojó delante del otro, señalando con su mano derecha extendida los papeles aquellos como para reafirmar, con su gesto, el contenido de estos. Luego continuó. Mírelos usted mismo, se los dejo si quiere para que los tenga presentes. Aquí podría decirse, y creo que usted no puede menos que acordar conmigo, tenemos los extremos, al menos legales, de ambas vidas. Son dos segmentos, dos distancias podría decirse también. De repente acercándose, sobre la mesa, al que lo escuchaba, le dijo.
Estas son las partidas de nacimiento de ambos, de la vieja y del tipo, dijo. Este es el certificado de defunción del sujeto, fíjese usted mismo lo que dice: “paro cardiorrespiratorio no traumático”, ¿lo leyó?…bueno entonces creo que esto despeja todas las dudas. En este folio tengo el certificado de la vieja: “muerte súbita”… mírelo, tampoco existen dudas al respecto. Dio vuelta la carpeta abierta y la arrojó delante del otro, señalando con su mano derecha extendida los papeles aquellos como para reafirmar, con su gesto, el contenido de estos. Luego continuó. Mírelos usted mismo, se los dejo si quiere para que los tenga presentes. Aquí podría decirse, y creo que usted no puede menos que acordar conmigo, tenemos los extremos, al menos legales, de ambas vidas. Son dos segmentos, dos distancias podría decirse también. De repente acercándose, sobre la mesa, al que lo escuchaba, le dijo.
No, hágame el favor y no me mire
con esa cara Melgarejo, no me mire con esa cara que me hace sentir
mal y no tengo ganas de sentirme mal. Mire, mire el río, mire
los lapachos todos florecidos, la gente que pasa de aquí para allá… mire esas
chicas tan lindas Melgarejo y no ponga esa cara. Ahí tiene los
papeles, no que van a ser truchos, hágame el favor, me tomé el trabajo de
fotocopiar los originales, no pretenderá que encima se los autentique. No
soy tan pavo, pero son auténticos, documentos auténticos. Y desmienten
toda la historieta esa que usted está escribiendo, no sé qué decirle. Yo
la publico y me como un juicio. No sé qué decirle. Además convengamos vender
libros es muy difícil, y usted no tiene un mango, no tiene quien lo patrocine.
Todo es muy difícil. El juicio me lo como yo seguro, porque a usted que le van
a sacar, si ni poniéndolo cabeza abajo se le cae una moneda. Pero bueno no se
pare todavía, hágame el favor siéntese, no se vaya, mire que hay muchos giles
dando vueltas, que quieren publicar, en cambio yo me tomé el trabajo de
llamarlo y conversar todo este tiempo con usted, algo vamos a hacer. Quizás una
edición rústica, en fascículos que saldrían con el diario, en una de esas
si tiene suerte la cosa pega y de lo contrario nos hacemos olímpicamente los
pelotudos y la terminamos enseguida. Eso es lo único que puedo ofrecerle
Melgarejo, piénselo ¿haber como sería la cosa? empiéceme a contar y
empiece rápido, no sea cosa que me arrepienta. Ya leí lo que me mandó ahora quiero escuchar
como se armaría la cosa, como podemos publicarlo, como hacemos para enganchar
la gente, con una cosa escrita de esa forma como usted lo hace. ¡Mire que lindo se ve el río, mire que lindas
chicas, el paseo nuevo que quedó tan lindo, los lapachos florecidos y cambie la
cara! Ya bastante oscuridad con su historia. Eso si, los nombres me los cambia
a todos, sobre todo de los personajes públicos. Y no me ponga nombres parecidos
o con sonoridad similar, eso no quiero ni pensarlo. A los lugares disimúlelos,
no los especifique. El lugar físico debe parecer cualquiera. Desde ya, probablemente alguien que conozca
los hechos y sobre todo que lo conozca a usted, podrá adivinar de que está
hablando, yo mientras se trate de
adivinar no tengo problemas. Le soy sincero, yo, de todo lo que usted cuenta, no creo nada.
Es todo una gran especulación, una
sucesión de hechos posibles pero no probables. Lo de las casualidades es
interesante si, como algo contingente desde ya.
Usted como investigador policial o
judicial sería un peligro, eso lo tengo claro. ¿No pensó en ponerse un
seudónimo? No, bueno. Volvamos a lo nuestro. Tampoco me gusta mucho ese asunto
de la introducción, que usted escribió
como es su costumbre, pero ahora la denominó “capítulo cero”, no se que decirle
Melgarejo… es un nombre más digno de un café, un night club o un telo. Pero en
fin, usted es el que escribe y yo no corrijo a los escritores. De última
sugiero algo aquí, algo allá pero corregirlos nunca. De última me va o no me va
¿Quiere otro café? Y vamos a tomarlo a la mesa de la vereda, aquí no dejan
fumar y ya no me aguanto. ¡Qué ortibas
estos talibanes de la salud! ¡Quieren vivir cien años como recomienda Sabina!
¿Consumirán pastillas para no soñar?
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