Némesis.Novela(Inédita) Fragmento
Comparto con ustedes otro Fragmento de mi novela Némesis. Que está en revisión... o algo así
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Le atribuyen a Alejandra Pizarnik
la frase “La noche tiene la forma de un grito de Lobo”, me dijo un atardecer,
la mujer de la ventana. Enigmática y frágil como la estatuilla de cristal de
una diosa desconocida.
Ella tenía la edad de la muerte de
Gardel. Se llamaba Gardenia, pero muchos le decían Tita o doña Tita, algo
habitual en esos pueblitos perdidos del interior de Entre Ríos.
Lo del nombre me lo pregunté muchas
veces. ¿Una flor quizás? Como Azucena o Margarita ¿o un recordatorio de su
fecha de nacimiento?
Cuando me contó el final de esta
historia estábamos los dos solos. Por lo que no tengo testigos. Es mi palabra
contra la suya. Y si bien ya no puede desmentirme, los muertos no contradicen a
los vivos, muchos seguramente descreen de mis dichos a falta de pruebas. De
algunas casas, incluso, me echaron cuando yo conté lo que ella me dijo.
¡Allá ellos! ¡Qué dios los perdone! Una falta de tacto de mi parte sin ninguna
duda. Otros me manifiestan, actualmente cuando ya todo se calmó, su desprecio
abiertamente, tildándome de calumniador impenitente, como Carmen. Por lo que decidí no volver a hablar sobre esto. De
mi boca no saldrá más una palabra referida a este tema. Acompañaré el obligado
silencio de ella con el mío. No responderé ni siquiera las preguntas de
aquellos que movidos por una curiosidad, que seguramente muchas veces podría
calificarse de morbosa, me incitan a relatar los hechos. Como algunos
adversarios políticos del alemán que ven una oportunidad de perjudicarlo. Otros no son movidos por la curiosidad, o los
intereses concretos, si no por una malsana intención, persiguiendo el solo
propósito de despacharse con feroces condenas a mis dichos. Por lo que mi
silencio es definitivo. Me limito a mirar a los inquisidores, recoger mis cosas
y retirarme.
No vale la pena hablar. Pero de
alguna forma quiero dejar testimonio de todo este asunto. Por lo que decidí
escribir la historia y es la que ahora comienzo a narrar. Espero ser lo más
fiel posible a lo que mi memoria guarda. Ceñirme a las cosas que ella describió
en tantas tardes, reconstruir los universos que ella construyó poco a poco a lo
largo de casi un año. Los dos siempre estuvimos solos. Eso era una de sus
exigencias. Tampoco me fue posible tomar notas, era otra de sus exigencias.
Ahora, desde hace unos meses, comencé a sentarme junto a la ventana, a la misma
hora, de aquellas charlas antiguas, a realizar anotaciones de lo que guarda mi
memoria. A extraer en la medida de lo posible esa riqueza oculta, sacarla a la
luz del día desde las entrañas oscuras de ese yacimiento. Dije que me sentaba a
la misma hora, si la misma hora de mis reuniones con ella, de las cuatro a las
seis de la tarde. En una ventana que no es la misma, por razones evidentes, pero
que la suplanta, colaborando a crear aquel ambiente de las charlas originales.
Ahora a mis anotaciones, un tanto caóticas, pues recuerdo fragmentariamente,
las estoy comenzando a organizar en una forma mínimamente coherente.
Inteligible. Debo ser sincero y aclarar, que probablemente de esa falta de
recuerdos vívidos, solo existe un responsable, se debe a mi actitud frente a la
mujer. Solo el desenlace de la historia, cosa muy poco frecuente, me la hizo
ver como valiosa. Durante muchas tardes mi mente divagó, en mil pensamientos,
mientras la escuchaba fingiendo atención. Por eso es que muchos detalles se
perdieron de la superficie de mi memoria.
Tardes enteras se encuentran opacadas por ese escapar mío hacia lo que
rodeaba a aquella vieja, hacia su entorno, sin prestar atención a su voz. De
tardes enteras no logro recordar más que mínimos retazos. Confieso que el viajar esos pocos kilómetros, fuera de
Nogoyá, tres veces por semana me resultó una carga. Y como la historia me fue
pareciendo cada vez más insulsa y carente de interés, luego del primer mes,
dejé de realizar las anotaciones al
llegar a mi casa, cosa que ella no podía prohibirme, aunque lo sospechara.
En determinado momento su
prohibición explícita o tácita careció de todo interés, pues no se me ocurría
anotar ni una palabra de lo que me había contado, palabras que por otra parte
tampoco recordaba. Luego del final intenté recuperar aquellas tardes perdidas,
armar nuevamente el rompecabezas, pero ella ya no estaba dispuesta, así me lo
hizo saber. No repetiría lo que ya me había dicho. Todos sabemos que poco
después enfermó para no recuperarse, se fue apagando como una brasa, y
tuvo el final ese, del que tanto se habló. Lo que sigue a continuación es el
fruto de ese intento, el testimonio que deseo
dejar, de la forma más fiel y ordenada que me es posible. No se si
lograré mi objetivo, pero espero hacerlo. Las afirmaciones vertidas en el
relato original, han sido confirmadas en muchos casos, por indagaciones realizadas por mí. En otros
por revelaciones voluntarias o involuntarias de terceros con los que en el
transcurso de este trabajo preliminar me encontré. En definitiva trataré de
alguna forma de preservar con mi memoria escrita el pasado de otros, algunos de
los cuales de lo contrario carecerían del mismo, aniquilados por el olvido.
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