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Mostrando entradas de noviembre, 2009

Un fragmento para ustedes.

La aguja de hielo En la habitación en penumbras, Calamaro cantaba “ Quiero, que ésta noche te quedes conmigo…” Él tenía el antebrazo izquierdo cruzado bajo su cuello y con el índice de la mano derecha dibujaba círculos en sus aréolas y rozaba sus pezones con la palma de la mano suavemente. Ella con los ojos cerrados parecía dormitar. De pronto giró su cabeza y abrió sus ojos , que para él eran como soles, con voz suave preguntó - ¿Me quieres mucho, como antes? - Te quiero más que a mi vida- contestó él Ella lo miró por un instante, él creyó ver una sombra de duda cruzando sus pupilas. Luego ella sonrió y lo besó en los labios atrayéndolo hacia sí, quemándolo con aquella piel suave y ardiente , de la que emanaban los aromas del amor y la pasión. Y nuevamente se entrelazaron con desesperación, cómo si fuera la última vez. Cómo si uno de ellos partiera al destierro. Cuando Vale había llegado ésa mañana al aula le dijo que tenía algo que contar

Olvido.

¿Cómo olía el perfume de tu pelo? Quizás a limones o a rosas o a olas. ¿Tu piel que perfume despedía en las tardes quietas de cigarras y ciruelas? Es que de repente no me acuerdo y eso me duele más que tu partida. Te fuiste tambien del lugar secreto en que te tenía prisionera. No recuerdo la melodía de tu voz y eso enmudece mi alma. Muchacha de sombra, te me perdiste en la noche.

Los Perros y el cazador

Monte Santiagueño mediados de 1996 “Volverán a la tarde, ladrarán como perros” Salmo59-6 A pesar de ser principios de Agosto el calor era insoportable en el apostadero. Flores Schneider estaba impaciente., hacia dos horas que esperaba la aparición de ésa maldita chancha por el sendero. No soportaba más esperar, la paciencia del cazador no era su fuerte, a él lo entusiasmaba la aventura, el vértigo, el enfrentarse con su presa el disparar su fúsil. Descendió por la escalera de madera y comenzó a caminar por el estrecho sendero, sus perros entrenados lo seguían sedientos de sangre. De pronto inquietos comenzaron a ladrar y salieron disparados tras la maraña de espinas. Flores Schneider corrió tras ellos, habían identificado la chancha, seguro que sí. Guiado por el estruendo de los ladridos divisó su jauría que rodeaba el animal bajo un algarrobo enorme, apuró aún más su carrera, de pronto el suelo cedió bajo su pie derecho, una cueva había atrapado su bota, al caer con todo el peso

Un cuento para compartir.

El viejo Estacionó la camioneta detrás de un Duna blanco. Rogó que luego arrancara pues esa mañana había tenido que empujarla. Con el tránsito de esa hora sería muy engorroso hacerlo en ese lugar. Tomó la carpeta con los bosquejos que estaba un poco sucia con grafito. Trató de limpiarla pero fue inútil, tomó un trapo que tenía junto al parabrisas y lo volvió a intentar, el resultado fue desastroso ahora al grafito se le agregaba un trazo de grasa como hecho con un pincel ancho. Maldijo en voz baja, abrió la carpeta sobre el asiento de cuerina negra y extrajo los bosquejos. Arrojó la carpeta impresentable al piso del vehículo del lado del acompañante. Arrolló los papeles formando un cilindro y cerró la puerta, la cerradura hace meses que no funcionaba, pero llamarlo al cerrajero significaría mucha plata, que no estaba dispuesto a regalar. Últimamente los cerrajeros cobraban muy caro y los pocos que había en la ciudad estaban de acuerdo en sus tarifas astronómicas. Una especie de oli