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En tiempos de coronavirus, dengue y otras calamidades. En la tormenta perfecta publico otra entrada

Leonor Leonor era   renuente, me dijo que estaba comprometida, pero yo en el brillo de su mirada detecté que   se sentía atraída. Es que, en parte, soy como esos buscadores de oro, que tamizan el lecho de los ríos, identificando entre piedras y guijarros   el metal precioso. De la misma forma identifico   ese velado brillo en los ojos de las mujeres. Es bueno aclarar, que muchas veces en una relación, lo más atrayente es el proceso mismo de la conquista, de la seducción, ese juego en el que echamos mano a nuestros recursos más audaces o imaginativos para ganarnos los favores de ella. Y ese juego nos abre el apetito,   despierta el erotismo, nos hace desear con más intensidad. El deseo es motor potente.   No debo aclarar que su compromiso fue para mí un aliciente adicional. La competencia o quizás eso de compararse, de sentir en el fondo la necesidad de ser   aprobado, elegido. Desarrollar al máximo   capacidades, actos de los que no nos creíamos capaces.   Yo la esperaba, en la

Por la cuarentena publico otro fragmento

Flores rojas sobre granito negro Nogoyá se despide de un crepúsculo más. La noche parece   desmoronarse sobre el mundo. Una música lejana violenta el silencio. El olor del   jazmín penetra por la ventana, mezclándose con el aroma triste del tabaco.   El   hombre llamado L descansa en un sillón de alto respaldo y tapizado de   tela tapizada de un color indefinido entre rosado y violeta.   Quizás   de un púrpura desteñido. Apenas se dejan ver las rosas rojas que forman una especie de guarda sobre el piso negro. El viejo juega, desde la tarde, un juego consistente en   que las colillas de sus cigarrillos queden sobre ellas, una aburrida diversión por cierto. Ahora, en las penumbras, es más difícil acertar sobre las flores del piso, pero también permite cierta laxitud en el juicio sobre la validez del tiro. El viejo especula con eso para engañarse a sí mismo.   En lejanas rondas de café, que ahora se recuerdan de un color sepia, como esas viejas ilustraciones de revistas   sensac