Fragmento de Némesis Novela Inédita 2010
Candela había dormido
inquieta, toda la noche había soñado con Tomás, y esos sueños le revolvían el
deseo, que se transformaba en un persistente malhumor por la mañana, cuando
comprobaba que solo ella estaba en su cama. Se dirigió a la cocina abrió la
heladera y se sirvió un vaso de leche fría. El recuerdo de Tomás se fue
borrando con la luz matinal. Miró por el balcón el cielo límpido de la mañana.
Algunas palomas volaban en la fachada del edificio de enfrente. Acomodándose en
una saliente y otra como si no encontraran un sitio que las satisfaga para
contemplar el movimiento de la calle. De ésta se elevaban ruidos sordos de
coches invisibles para Candela que tenía la mirada fija en las aves. Sus pies
descalzos pisaban los pequeños rectángulos de cerámico bordó del piso. Esa
sensación de frescura le resultaba agradable. Entró a la sala de su
departamento y se arrojó sobre el sofá de cuerina naranja. Observó los planos
terminados sobre el tablero y se alegró de haber completado su trabajo. No tenía ganas de dedicarse a esas
actividades hoy. Cerró los ojos y pensó en Gastón. Ella había comenzado a pensar que Gastón era
el dueño de su vigilia. Quizás algún día desalojaría a Tomás de sus noches.
Pero ese quizás era un posible improbable, ella lo tenía muy claro.
Él levantó suavemente
el cabello de su nuca, la beso lentamente, ella se estremeció. Giró sobre sus
pies y enfrentándolo con un gesto desafiante lo besó en la boca. Se sintió
liviana, como elevada del suelo, arrastrada hacia el país del placer. Introdujo
sus dedos bajo el cuello de su camisa comenzó a tocarle la nuca. Como una
devolución a su beso. Él apretó su cintura y comenzó a acariciar sus costados
elevando su remera con sus manos, hasta que estuvieron en contacto con su piel
desnuda. Ella volvió estremecerse y con su lengua buscó su paladar. Luego
apartándose de sus labios echó la cabeza hacia atrás ofreciéndole su cuello
suave. Sintió el roce de su barba y comenzó a desplomarse sobre el piso. El acompañó su movimiento hasta que ambos
quedaron sobre la alfombra. Ella abrazó aquél cuerpo que extrañaba en sus
despertares y se entregó al goce extremo que le brindaba aquel amor prohibido.
Musitó el nombre de Tomás junto a su oído, empapada de sudor y apretó su
espalda con manos desesperadas. Tratando de asir la fugacidad de ese instante.
Comenzó a gemir su nombre y llorar en el éxtasis de la pasión.
-¿Por qué siempre te
vas?- preguntó luego mientras fumaban un cigarrillo mirando el cielorraso en el que se reflejaban las luces de los autos
que pasaban por la calle.- Quisiera que ese momento nunca llegue.
-Sabes que me tengo
que ir- contestó Tomás con su voz un tanto rasposa
-¿Por qué? ¿Por qué?-
musitó ella como para si.
- Porque nunca te
prometí otra cosa- dijo él, luego aspiró el cigarrillo profundamente y la luz
de la brasa iluminó su rostro.
- Si así es la cosa-contestó Candela alejándose
unos centímetros hasta no tocar su cuerpo. Luego permaneció callada. Como una
crisálida en su capullo
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