El Desafío Argentino

 Argentina se encuentra estancada.  No crece hace casi quince años. Atrapada en un péndulo autodestructivo. Inmovilizante. Un país que oscila entre populismos de izquierda y derecha, que se neutralizan en sus políticas económicas,  pero que coinciden en el desprecio por las instituciones. Rechazando controles, transparencia y cualquier opinión que no se subordine al mandato del populismo de turno.   Unos siguiendo a Laclau y  Mouffe, los otros a Peter Thiel, Musk y compañía.

Ambos invocan al pueblo soberano, pero le temen descreen de el en lo íntimo de sus convicciones.

Unos lo conciben como un pueblo único, homogéneo, alineado bajo el liderazgo de un hombre pueblo que lo encarna y lo representa. Una democracia plebiscitaria y manipulable. Donde el poder perpetua las vulnerabilidades, a través de las dádivas. Donde la justicia es una dependencia del ejecutivo, como en el absolutismo y  el legislativo un simulacro penoso.

Los otros invocan una Libertad, que no es tal en realidad. Descreen de la democracia como sistema, incluso en la misma existencia del  Estado como regulador de la actividad humana.  Aspiran a un gobierno de las corporaciones,  a un Tecno feudalismo, como algunos lo llaman.

En ambos casos unos y otros, reemplazan el Poder del Derecho, por el Derecho del  Poder.

Un sistema sin normas de convivencia. Argentina está atrapada en ese péndulo, su sociedad dividida profundamente. La lógica de Amigo-Enemigo impide cualquier diálogo y la posibilidad de consensuar un futuro común.

La discusión política es reemplazada, por una vocinglería, vacía. Por insultos y agravios de uno y otro lado. Medios de comunicación convertidos en órganos de propaganda, que cancelan a unos y a otros. Comunicadores que diariamente rezan su fe, pontificando sobre quienes son los buenos y quienes los malos.

El desafío argentino es encontrar una alternativa superadora de esta problemática en la que estamos inmersos, posibilitando  un futuro mejor, basado en un camino común,  no homogéneo, diverso.  Donde se pueda disentir sin ser insultado, discriminado y cancelado. Donde la racionalidad económica, la infraestructura, las politicas sociales no sean incompatibles con los derechos civiles, la división de poderes, la movilidad social, el verdadero progresismo como promotor de oportunidades.

No es fácil remar contra la corriente. Apartarse de los discursos dominantes.  Pero quienes tenemos la convicción que nuestro país se debe un cambio real y no ficticio, debemos proponerlo aunque sea en el desierto.

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