Un cuento para ustedes La Morsa Primera parte

Publicaré  en tres o cuatro entradas mi cuento La Morsa, tengo especial cariño por el pues fue lo primero que publiqué al quedar incluido en una antología. Luego lo integré en "Veinte Cuentos prescindibles" que forma parte del libro "Búsqueda Insensata". Espero les guste.


 La Morsa        

-Raúl  dame otro vino y un whisky para el amigo-dijo Domínguez  dirigiéndose al mozo y señalando a Bermúdez.
-A mí  traéme un gintonic.-pedí a mi vez.
-Yo no sé hijo de puta hace cuanto tiempo que no te veo.-dijo Bermúdez mirando sonriente a Domínguez.
-Y por lo menos diez años, eso mismo estaba pensando hoy cuando te fui a buscar.
Ocho o diez años por lo menos. Creo que la última vez que  te ví fue en Paraná , en el Jockey club, si mal no recuerdo. Fue aquel día del paro ¿te acordás?  Llegamos juntos y la reunión se había suspendido por una medida de fuerza del personal.-contestó – Pero tanta agua pasó bajo el puente, desde entonces que no te imaginás.-agregó cambiando la expresión de su rostro rubicundo, que se tornó  súbitamente seria, bajando y subiendo los bigotes, lo que le dio a mi parecer un aspecto de morsa. Una gran morsa sentada a la mesa y bebiendo vino.
-Y diez años es mucho tiempo.- dijo Bermúdez, mirando como el mozo conversaba animadamente con otros clientes, sin traernos las bebidas.- pero se pasan volando,    recuerdo perfectamente  ésa tarde en Paraná, te acordás  que después de eso nos fuimos a las maquinitas del Mayorazgo. ¡qué manera de perder! Y para colmo ésas viejas de mierda, que se te paran atrás a mirar como jugás. Sabés qué Domínguez
¡ésas viejas son la mala suerte personificada! ¡ Jubiladas de mierda!
-¡Mala suerte es la mía!-exclamó Domínguez echando el tronco hacia atrás y acariciándose el dorso de su mano izquierda con su mano derecha.- Es como si me hubiera meado una manada de elefantes-terminó mirando a su amigo con sus ojos congestivos.
-¿Tanta mala leche tenés gordo? No parece, se te ve muy bien, si en todo este tiempo no has  cambiado nada. ¡te durará la malaria de ésas viejas chotas del casino! Mi amigo Vicente Olivari el visitador médico o  “Agente de propaganda médica” como les gusta ahora que les digan, porque es como todo, vos seguís haciendo lo mismo, pero te haces llamar de otra forma, queda mas … no se mas elegante, o más cheto viste. El gordo Olivari  es una especie de inspector de Casinos , bingos y salas de juego varias, creo que si se le rompe el auto en el campo va a jugar al truco al boliche que le quede más cerca. Así, es el gordo.  Y el gordo tiene una teoría, que según él no falla nunca, él dice que cuando vos estás en el casino, en las máquinas( el metier del gordo son las maquinitas) es como cuando estás pescando, y éstas viejas jubiladas son como las palometas, donde aparecieron se acabó la pesca. Mi amigo, el señor  Vicente Olivari, afirma sin temor a equivocarse que cuando aparecen ésas alimañas, dejá todo, cambia lo que te queda y andá a tomarte un whisky al bar. Punto. A vos Domínguez te tiene que haber ocurrido eso: sobrexposición a jubiladas timberas y mala onda.- afirmó Bermúdez riendo y mirando al mozo que continuaba su charla animada, pero con las bebidas en la bandeja sobre la barra.- todo un avance.-agregó.
Yo mientras escuchaba la larga perorata, me quedé prendido en la primer frase y me imaginé a aquella Morsa vestido de gremialista en la patagonia insultándolo a Alfonsin y  aquello de “a vos gordito no te va tan mal”, pero el rostro del mamífero marino se dirigió a Bermúdez con una expresión taciturna, que obligó a éste  a borrar la sonrisa de su rostro, quizás más por compromiso que por otra cosa.
-¿Sabés de donde vengo?-preguntó dirigiéndose a su amigo, mientras se peinaba los bigotes con el pulgar y el índice de la mano izquierda.- vengo de Hernández de vender la casa donde  crecí.-dijo sin esperar respuesta-Con mi hermana decidimos venderla, así nos repartimos la plata y terminamos con todo el asunto de la sucesión. Pero es duro, loco, es duro. Más para un tipo como yo que anda en la mala. Me sentí muy mal, vendiéndola, pero la necesidad tiene cara de hereje.
-¿Tan mal andás?- le preguntó a su vez Bermúdez- yo creí que no era para tanto el efecto de la mala suerte-terminó esbozando una sonrisa tímida, que inmediatamente borró de su rostro ante la mirada del otro
-No, no es para joder. Yo no tengo ganas de que me tomés  el pelo, te estoy hablando en serio

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