Némsis Novela Inédita. Fragmento

Les dejo otro fragmento...




-¿Estás seguro de eso?-preguntó Bataglia entre escéptico y risueño.-no me parece tarea fácil eso de la encuesta. Y nunca había escuchado sobre ese departamento pero debe ser muy concurrido- volvió a reír.
-¿Por qué no le crees?-intercedió Marisol- A mi me parece algo novedoso, es como aplicar el método científico-dijo mirándolos alternadamente y haciendo caso omiso de la broma de Cabral.
-Bataglia. Bataglia-dijo Cabral con aire doctoral-Los grandes descubrimientos siempre fueron recibidos con desconfianza. ¡Cuántos que hoy son admirados como próceres de la ciencia tuvieron que soportar las burlas de sus coetáneos!
-Bueno no es para tanto-lo interrumpió Bataglia mientras saludaba a Formica y Cachito Roth que ingresaban por la puerta de la ochava. El primero era hijo de un ex decano de la época de los radicales, el segundo sobrino del adjunto de Cirugía Tres, que pronto sería jefe, cuando el viejo Sánchez Cao se jubilara a fin de año. Eran alumnos brillantes, pero mantenían un cierto espíritu de elite.  Jugaban al rugby y navegaban en el río, nunca se los veía en las peñas de estudiantes, o mejor dicho rara vez. En una de esas raras veces Bataglia los había tratado. Con Gastón eran asiduos a las peñas y él era un muchacho extrovertido y sociable, residuo quizás de aquellas ansias de agradar y sentirse integrado, a los que su situación familiar lo había empujado. Les había caído simpático con su humor fresco y espontáneo. No era que se hubieran convertido en amigos, no nada de eso, pero se formó un cierto lazo entre ellos, lazo laxo por cierto, no de camaradas asiduos solo circunstanciales.
La mano de Cabral sobre su antebrazo lo llamó a la realidad, apartándolo de aquellos recuerdos que captaron su atención por un instante. A él le ocurría con frecuencia eso de irse en divagaciones inexplicables. El otro lo tenía asido del antebrazo y casi inclinado hacia él le hablaba.
-Galileo Galilei es un claro ejemplo-le decía- Darwin, y tantos otros. Yo estoy dispuesto a asumir ese precio. El de la incomprensión.
-¡Mirá que sos loco Cabral!- le contestó, mientras buscaba en Marisol algún apoyo para salir de esa charla tan poco conducente rayana con la absurdidad.
-Yo en su lugar, lo pensaría-terminó Cabral mientras se levantaba y se dirigía al mostrador a pagar su café. Marisol lo miró alejarse y dijo
-Mirá si este loco tiene razón y aprueba de esa forma.
- En una de esa tiene suerte y lo logra, pero no creo que sea por su método- contestó Bataglia.
-¿Qué vas a hacer?- preguntó la muchacha palmeando su bolso.
-Nada, tengo que estudiar y tengo hambre.
-Vamos a mi departamento estudiamos un poco y tomamos unos mates. Tengo que ver algo de Gineco para esta tarde.
-Bueno vamos.
Luego de pagar salieron por la puerta de avenida Francia, la mañana era luminosa, el sol golpeaba contra las fachadas, anunciando el próximo calor del verano. No quedaba más que el recuerdo de la llovizna de la tarde anterior. Bataglia se quitó el guardapolvo y se lo puso sobre su hombro izquierdo sosteniéndolo con un dedo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Otros versos de Yelda Cresta para compartir

Interpretaciones

reflexiones sobre el progresismo